Literatura

 
La Cultura en los Llanos a partir de la mitad del siglo XX



Autores: BAQUERO NARIÑO, Alberto
Tomado de: http://www.banrep.gov.co

Joropo: Identidad llanera

2. LA CULTURA EN LOS LLANOS A PARTIR DE LA MITAD DEL SIGLO XX
2.1 VERTIENTES CULTURALES
En los años 50 los Llanos, particularmente el Departamento del Meta, una gran región de confluencia de flujos migratorios, de dos vertientes culturales, comienza a perfilar sus rumbos guiado por la cultura llanera que llega desde el fondo de la gran planicie. En ese entonces, la mayoría de los habitantes eran foráneos, en la mayor parte de los asentamientos: Villavicencio era un pueblo de migración del Oriente de Cundinamarca. Restrepo surgió de la evolución paulatina de la colonia penal a comienzos del siglo XX (presos del interior); Acacias también crece años después, como producto de la evolución de otra colonia penal con presos no llaneros. Cumaral, era la punta de lanza al llano por el piedemonte como lo era Puerto López hacia la altillanura y hacia el Orinoco. Y los pueblos de Ariari, son hijos de Colonos Tolimas y Cundinamarcas, fundamentalmente expulsados por la violencia liberal-conservadora de la época. Todos estos pueblos se formaron de migraciones andinas y una base mestiza llanera. Solamente San Martín emerge como el único asentamiento con el ancestro propio anclado en la historia regional como una ínsula. Cumplió 400 años en 1.985.
En otras palabras, los asentamientos metenses, con la única excepción de San Martín son de reciente consolidación demográfica y cultural y de origen por excelencia andino, aún Puerto López y Puerto Gaitán, llano adentro.
Las huellas culturales de San Martín, sin saber por qué causa, no irradiaron más allá de su casco urbano y de algunas veredas aledañas, a pesar de la enorme tradición y arraigo.
Al contrario los pueblos de Casanare como Orocué, Pore, Trinidad, Támara, Nunchía y en Arauca Tame, tienen raigambre histórica y una relación directa con Venezuela al punto que muchas familias poseen parientes a lado y lado de la frontera. Yopal es producto de migraciones Boyacenses, como Arauca fue escenario de migraciones Santandereanas, Santafereñas y extranjeras.
2.2 LA MUSICA LLANERA
Son tres hijos de Arauca, los compositores e intérpretes del llano araucano, Miguel Angel Martín, Héctor Paúl Vanegas, y David Parales quienes consolidan los primeros trabajos de cultura llanera en Villavicencio y el Meta. Esto supone que en Arauca, particularmente en Tame se anclara su gran germen mestizo para el joropo: Por supuesto que Casanare siempre fué el fortín de la música llanera y pueblos como Maní auténticos baluartes.
Por esos tiempos lo conocido en los pueblos bajaba del cerro y la bandola, el tiple y la guitarra, llenaban de pasillos y bambucos las nostalgias de los habitantes.
No obstante la cultura mestiza de los llanos, reposaba firme en la sabana, camino de vaquerías y caballos. Casanare en sus hatos lo fué desarrollando poco a poco por la existencia de los estratos sociales: los "blancos" rechazaban la música Llanera que era la de la peonada. La cultura del aborigen fué, como ellos, masacrada. La falta de vías de comunicación impedía el acceso de canciones e intérpretes. Por ello fue más fácil encontrar el eco de autores venezolanos, entre ellos Juan Vicente Torrealba y sus intérpretes de la corte de Alfredo Sadel. No era fácil conocer los corríos y el romancero de llano que describieron los misioneros: Fabo a principios del siglo y Sabio, en los años 30.
Incluso la acción de los serenateros que tocaban guitarra fue la callada forma de llenar de arpegios llaneros, aquellos años. Recordamos la famosa "Rondalla Llanera", en Villavicencio.
La cultura mestiza de los Llanos, si bien no se evidenciaba en las ciudades, se había cosechado con el tiempo en la Sabana, en contacto con los vaqueros que traían el ganado desde Casanare y Arauca.
Luís Ariel Rey fue el juglar de la época que viajó por Colombia mostrando la música del Llano, en una versión que ahora podemos signar como de transición entre lo Andino y lo Llanero.
Las coreografías de la danza también se llenaron de influencias cosmopolitas al punto de llegar a la minifalda y las botas en la pareja y un baile abambucado en el hombre.
En este ambiente, un tanto indefinido, surgen los festivales, los torneos, los reinados que se extienden por los pueblos como pólvora, todo ligado a una expresión musical.
En San Martín y alrededor de la fiesta patronal del 11 de noviembre se había consolidado la ya bicentenaria celebración de las cuadrillas, así, una vez mas en San Martín, existía algo que permanecía: las cuadrillas, lo demás variaba y en cierta forma era accesorio en términos históricos. Su festival fue iniciativa de Héctor Paúl Vanegas, a mediados de los años 60.
Las fiestas patronales y los aniversarios eran esporádicas, sin continuidad y sin trascendencia.
Podríamos afirmar, sin temor a equivocarnos, que los años 60 definen:
1. El torneo internacional del joropo para la fecha aniversaria de la creación del Departamento del Meta (1 de julio de 1960).
2. El festival de la canción colombiana, autoría de Miguel Ángel Martín, en diciembre.
3. Reordenamiento institucional para el apoyo de la cultura.
4. Perspectiva de las casas de la cultura municipales, entre ellas, la casa de la cultura "Jorge Eliécer Gaitán" de Villavicencio, obra de Maruja Hernández de Gil.
5. Las fiestas tradicionales del Llano se consolidan en esa época de postviolencia partidista. Las de Arauca en diciembre: Arauca, Santa Bárbara; en Casanare, así: en Maní, el festival de la bandola Llanera; en Manare, festival de la llanura, estos en enero; la Virgen de la Candelaria en Orocué, para febrero; en Maní, fiestas de la Libertad y en Trinidad por agosto; en noviembre son las fiestas de los Angelitos y la creciente de los muertos el 1 y 2 noviembre en varios pueblos. En esta década también se abre paso el festival de San Martin y el festival del retorno en Acacías, aunque realmente se consolidan años después.
Cada evento de estos ha evolucionado en sus aspectos formales y en sus contenidos, al vaivén de quien lo dirija. Sus nombres actuales también, al igual que la bases y elementos accesorios. Las fiestas Casanareñas son las de mayor tradición. Su esencia poco se modifica.
2.3 OTRAS MANIFESTACIONES CULTURALES
Hacia los años 50 la presencia cultural se limitaba a los planteles educativos, cuya irradiación hacia la literatura y el arte en general era precaria. En Villavicencio, por ejemplo los colegios de secundaria carecían de bibioteca: Caldas, la Salle, la Sabiduría y el Técnico Industrial. Existía la biblioteca pública municipal en las inmediaciones de Caldas con mil volúmenes al servicio ciudadano.
Se podría decir que entre tanto Arauca se especializa en literatura y Casanare en producción musical, el Meta consolidaba en Villavicencio su condición de epicentro educativo y apostólico para esos territorios. Esto no significa que la literatura estuviera ausente en el Meta y Casanare ni que la música fuera ajena a Arauca y el Meta, o que la educación fuera monopolio Metense.
La pintura y en general las artes plásticas respondian a la presencia de pintores populares, ignorados y desconocidos.
El Instituto Roberto Franco, asi llamado desde 1947 (antiguo Instituto Finlay), de biología tropical, desarrollaba su labor investigativa desde Villavicencio en forma aislada, como parece ser la constante en su tarea. Sin embargo, en esta época era el abanderado de la lucha contra el flajelo de la malaria, la fiebre amarilla y las enfermedades tropicales, y desde ese punto cumplió con eficiencia.
Las letras sufrieron de una prolongada ausencia; se limitaron a los informes de funcionarios y a las publicaciones en los impresos mensuales, los más constantes el Eco de Oriente y el Candil. Claro está que la ausencia de editoriales hacia más difícil la publicación de las obras. El poeta Eduardo Carranza es quién representa las letras en el ámbito nacional y su estilo "de piedra y cielo", se aleja del romancero criollo que no alcanzó a conocer. El poeta no ejerció su profesión en el Llano.
La banda Santa Cecilia, que venía desde 1917 bajo la batuta de la misión católica, tuvo una presencia discreta y participaba de los actos ceremoniales de carácter oficial; la banda funcionaba con grandes penurias y fueron muchos los años en que tuvo que clausurar labores.
Era muy pobre la presencia cultural en el Meta y en ciudades del Llano Araucano y Casanareño. La orfandad en este aspecto era total.
2.4 BASES CULTURALES
Anotábamos que son los años 60, la época de difusión o primera apertura de la cultura en el llano y del paulatino arraigo de las formas básicas de la llanera. Lo existente en el pié de monte metense eran los conjuntos de cuerdas andinas, donde sobresalian Carlos Riveros, Joaquín Medina, Mercedes Murcia de Lara, el médico Navarro, Fideligno y Gregorio Baquero Guerrero, Manuel Iregui y los músicos profesionales de las serenatas y las cantinas, Benjamín acha, Pulgarín, el negro Mesa, Eustacio Rosso, Luis Ariel y Gil Arialdo Rey, el Zurdo, Ismael Cabrera, el Cachicamo Galindo, Francineth Rincón, Jaime Roncancio. Todos ellos integraron el conjunto de "Cantares del Lano" que luego fue "la Rondalla Llanera.
Las primeras arpas llegan de la mano de David Parales quien lo llevó el maestro Miguel Angel Martín para que enseñara en la recién fundada academia en 1962. En San Martín no se conocían los instrumentos llaneros y era usual la interpretación de la música del interior con tiples, bandolas y guitarras.
A ello se sumaban los valses, las polkas, los pasodobles, las mazurcas, música que interpretaban los conjuntos típicos del interior, liras y estudiantinas. El compositor Héctor Paúl Vanegas también llegó para dirigir el conjunto de danzas por los años de 1963 con minifalda y botas. Antes tampoco existía tal manifestación. Para ese entonces ya funcionaba la oficina de extensión cultural—Secretaría de Educación— la cual se encargó también de la banda Santa Cecilia y nombró al maestro Pedro Ladino como su director. Hasta 1963, la banda funcionó bajo la batuta del clero monfortiano.
2.5 SAN MARTIN Y LA AUSENCIA HISTORICA DEL JOROPO
Por qué si San Martín es el pueblo más antiguo de los Llanos, el joropo no surgió allí? Queda esa pregunta para resolverla pronto. Quizá el tipo de asentamiento que discriminó e incluso expulsó a los indígenas de la región, quienes en sucesivas ocasiones incendiaron el pueblo. Sin duda en San Martín no actuó el sentido de los Jesuitas que produjo la formidable economía de las "reducciones" particularmente en Casanare, sino el papel misionero de los franciscanos que aportaron otros elementos. Es necesario mencionar que el proceso de consolidación de San Martín como pueblo fue violento contra los piapocos quienes en represalia incendiaron varias veces la aldea. Esto explica la ausencia de un elemento escencial en el mestizaje para la conformación del joropo, la raza indígena, que fue excluida violentamente. Su incorporación fue paulatina, selectiva y esporádica. 

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EL LANCERO DE HIELO  (Armando Benavidez)

"Entre los parajes de la cordillera oriental se destaca el majestuoso nevado del Cocuy, cuando el sol tibio besa sus picos en ritual eterno que celebraron los indios de talones resistentes.
La imponente serranía del Cocuy mira el Llano Colombiano y se prolonga en Venezuela como si fuera un cordón umbilical. El hombre llanero lo ha mirado siempre como un templo milenario que congela hasta los dientes.
Este abuelo de nieve rememora la llegada de un hombre silencioso que buscaba El Dorado en los desfiladeros y bajó por vez primera a la indómita llanura. Ese hombre extraño portaba en las manos un mortífero trueno y una ideas distintas en una lengua impronunciable. El indio fue vencido por la bala y el acero y sometido a servidumbre.
A media que el foráneo invadió las tierras, se alteraban los paisajes y surgían los poblados y fortalezas al estilo Europeo, como San José de Pore, que llegaría a ser capital de la nueva Granada y escenario donde se cocinó la gran revolución Bolivariana.
El viejo Cocuy presenció en silencio la dura lucha del criollo Simón Bolívar, para expulsar del suelo Americano la primera potencia bélica del Mundo en ese entonces “España”. Este hombre providencial se alió con el Llanero de Colombia y Venezuela para otorgar la libertad a unos pueblos sumidos en el dolor y la desesperanza. Y así cumplió el juramento que hizo en Italia, en el vórtice del monte Sacro. Uno de estos llaneros recibió del viejísimo Cocuy una lanza de hielo para ayudar en la formidable tarea: Esta es su historia…….."

ARMANDO BENAVIDES FUENTES
Escritor llanero, nacido el 26 de Agosto de 1960 en sabanas de la Hermosa, municipio de Paz de Ariporo (Hato el Diamante). Cursó sus estudios primaria y bachillerato en el Instituto Universitario de Caldas (Manizales). Junto a mis progenitores aprendí el amor por sus costumbres y a valorar el Folklor y el Llano me dio el don de poner en conocimiento a los lectores parte de mis legados.
Complementando la vena de escritor Armando Benavidez, la musa lo hizo compositor grabó, en 1990 un LP, titulado EL FOLKLOR ES MI LENGUAJE, a participado en diferentes Festivales a nivel de tema inédito. Como compositor a contribuido para que otros cantantes hayan llevado al acetato sus composiciones, como es el caso del desaparecido cantautor GERMAN PELAYO, quien le grabó el tema “Reina de Los Palmares” y YESID ANGEL quien le grabó el tema “El gaván Cimarronero”, entre otros.
OBRAS DEL ESCRITOR:
El Caney (1.994)
Lo que no se conoce del Llano (1.997)
El lancero del Hielo (2.009)
Proxima obra a publicar: "El Diario del ultimo mensajero".







JULIO JARAMILLO
Más allá del mito.

"30 canciones en 12 horas , su obsequio para los venezolanos"
Como si presintiera que ese era su último día en el país al que llegó a considerar su segunda patria, JJ se esforzó por grabar tres LP en un tiempo récord. Fueron 30 canciones autóctonas de Venezuela. Las disqueras aún no han encontrado a un artista similar, uno que grabe en cuatro horas lo que a otros les tomaría quince. Nadie con una memoria tan privilegiada, capaz de escuchar una sola vez el tema y de inmediato grabarlo. Los venezolanos lo sienten como suyo y en las radios y en las calles su música aún se escucha con fuerza.

Con una botella de brandi y tres cajetillas de cigarrillos, JJ entró al estudio de grabación para emprender una jornada maratónica: grabar 30 canciones en 12 horas.

Caía la tarde en aquel Caracas de la década de los 70 cuando comenzó el reto. El compositor Valentín Carucí se tomaba un breve descanso luego de un día agitado. Esa mañana había puesto a punto las 30 pistas y gestionó los 30.000 dólares que Discomoda debía pagarle al artista por la producción.

Era una tarde fría y tensa. Aunque Julio Jaramillo estaba acostumbrado a los retos, esta parecía una tarea imposible. No conocía ninguna de las canciones y no había tiempo para aprenderlas. Al día siguiente, el Ruiseñor de América debía partir a Nueva York, en un viaje impostergable.

“Compadre, fúmese un cigarrillo”, le decía Julio a Carucí, con una tranquilidad que terminó por contagiarlo.
Eran las 17:00, recuerda el compositor, cuando empezó a tararearle, por un audífono, los temas que de inmediato JJ iba grabando.

Un cigarrillo se apagaba y otro se encendía, hasta que a las 05:00 del día siguiente, cantó el tema número 30. “Ya no fumo más”, fue lo primero que dijo Carucí al terminar el trabajo. Julio rió y respondió: “Estás loco, compadre”.

“Fue un recorrido por la música venezolana, como un regalo para el país que él consideraba su segunda patria”, cuenta.

Así fue. Estos tres LP (10 canciones cada uno) se convirtieron en un obsequio para su público de Venezuela. El último. Después de esa fría madrugada de 1972 ya nunca más regresó al país que lo acogió por más de 8 años y que lo esperaba cada vez que salía en sus largas giras.

Carucí asegura que Julio Jaramillo fue el único extranjero que logró lo que ni Los Panchos pudieron: cantar igual o mejor que un venezolano la música autóctona de ese país, con el ritmo sincopado (efecto rítmico que inicia en tiempo débil y se prolonga al fuerte).

“Nunca pensé que sería la última grabación aquí”, dice con nostalgia el compositor, quien además lo recuerda porque en ese país cantó Lamento Campesino, de su autoría.

Julio Jaramillo hizo de este tema un éxito. Pero no fue con ese nombre con el que se dio a conocer. Con el olfato que tenía JJ para saber qué podía pegar, decidió que su público, en un concurso en radio Continente, escogiera el nombre. Y fue allí como surgió “Mire, comadre, mire”, que cuenta la historia de un campesino que ve cómo su hijo se va muriendo sin saber qué hacer.

Las casas disqueras de Venezuela reconocen que Jaramillo era un hombre con un don artístico único.
Con JJ no se perdía dinero en el estudio de grabación, asegura Gildardo Álvarez, de fonográfica Gilmar. No había que alquilar por tanto tiempo el lugar. Lo que a otros artistas les tomaba quince o veinte horas, con él se lo conseguía en cuatro o seis.

En unas páginas cuidadosamente guardadas Gildardo conserva los títulos de más de 150 canciones que grabó con su disquera. Las tiene por orden alfabético: Amor por qué no vuelves, Alma de mi alma, Ansias, Azabache, Al retornar, Amor eterno...

Aún después de muerto, Julio Jaramillo sigue cantando. La música de los LP se han digitalizado y se han eliminado aquellos ruidos originales como el de la puerta sonando cuando entraba alguien mientras se grababa, o el choque de copas o manos cuando un disco salía mejor de lo planificado.

Todavía es un negocio. Hay discos que nunca salieron de Venezuela y que ahora se piensa venderlos a disqueras de otros países como Ecuador, Perú y Colombia.

Antonio Segura, de Sudamericana del Disco, fue quien grabó el primer disco de JJ en estudios venezolanos. “Hicimos un éxito muy grande que fue La panadera y que se convirtió luego en el título de una novela”.

En ese acercamiento se desarrollaron varios productos musicales de los que se recuerda “Julio Jaramillo en México”, con el éxito Volver Volver.

Y al igual que los representantes de las otras disqueras, Segura está convencido de que JJ tenía una memoria privilegiada. “Al señor Julio Jaramillo usted le daba el disco, se ponía en el tocadisco e inmediatamente le decía al técnico: dale. Con solo oírla una sola vez se memorizaba la letra y la música”.

Pero los elogios no solo vienen de las disqueras. En las calles, aún algunos ciudadanos lo consideran como suyo.

En el taxi de Argenis, que comienza sus recorridos en el aeropuerto, hay un porta CD que contiene música del Ruiseñor. La nostalgia lo invade al escuchar sus canciones.

“En Navidad mi madre pone esa música”, dice este hombre de 62 años, mientras saca un cigarrillo y asegura saber la historia de cada uno de los temas. Los explica, como todo un experto musical, y se estremece al escucharlos.

“Es que usted no sabe lo que él significa para nosotros los venezolanos”, cuenta mientras respira profundo, enciende otro cigarrillo y vuelve a poner el tema Fatalidad, que le trae viejos recuerdos.
Julio Jaramillo murio a eso de las 9:15 de su decimotercera noche de hopsitalización, el 9 de febrero de 1978 en la Clínica Domínguez de Guayaquil (Primero de Mayo y Machala), victima de una crisis provocada por una gastroenteritis. Quienes lo recuerdan en aquellos días previos dicen que entró caminando a aquel lugar. Su esposa, Nancy Arroyo, guardiana de su legado, asegura que Julio llegó por cálculos en la vesícula, con un dolor pero nada más.

El estado era crítico y las opciones comenzaron a barajarse: un viaje a un hospital de Estados Unidos o un traslado al hospital del IESS. Nada se concretó y la noche del jueves 9 de febrero la voz de “Míster Juramento” se apagó definitivamente.

Tomado de:
http://www.expreso.ec/entregas-especiales/especiales/2009/01/19/jjaramillo/jaramillo6.asp