Mitos y Leyendas

CUENTO LLANERO

"LAS CHANZAS DE DON FELIPE"

Tomado de la obra “CUENTOS, MITOS Y LEYENDAS DEL LLANO”, del desaparecido escritor Casanareño, Don GETULIO VARGAS BARON.

En un municipio que hace parte del actual departamento de Casanare y que limita en su totalidad con Arauca, según me decía Saúl, el Niño mentiroso, vivió un personaje descendiente de una de las familias más respetables que han existido en este territorio, heredero y hacedor de una inmensa fortuna representada en ganados vacunos y caballares.

Sus antepasados, nacidos en Venezuela, coadyuvaron notoriamente en la campaña libertadora y algunos de ellos alcanzaron grados de consideración otorgados por el libertador; por otra parte, dos de sus ascendientes por el lado materno, hicieron parte de los centauros que conformaron los catorce lanceros, que en el Pantano de Vargas convirtieron una derrota de las Fuerzas Patriotas, en la mas esplendente victoria. De ellos se puede decir que fueron los verdaderos artífices de nuestra independencia.

Felipe se llamaba nuestro personaje y lo apodaban el loco. Era un llanero en toda la extensión de la palabra, generoso como ninguno y amigo del aguardiente. Alto de cuerpo y su contextura no le hacía ningún honor a su apellido. Permanecía, cuando estaba en su hato denominado el Recuerdo, de pie junto al tranquero, contemplando sus extensos dominios y esperando para conocer de muy lejos, a las personas próximas a llegar a la casa. Cuando divisaba a alguien llamaba a uno de sus mensuales y le decía: “aa llaaa, viene julano de tal y seguro viiiene muerto de hambre, eeen su rancho no tieeenen quecomer yyy se vino aaa que yo le de de tragar, vaaya y dìgale a la coca que aaliste unos pocillos de café”. Cuando estaba ya muy cerca el viajero, procedía a abrir el tranquero y le decía: “teeèngase la amabilidad dee seguir, a donde están esos malditos muchachos queee no le han traído un cafecito, y hágame el favor de decirme en que le puedo servir”. Todo cuando le solicitaba, no tenía inconveniente en proporcionarlo, pues era en alto grado generoso y servicial.

Luego de haber dialogado durante un buen rato y una vez que se llegaba la hora del almuerzo, procedía a invitarlo a pasar al comedor y allí lo atendía de la mejor manera, obligándolo, por así decirlo, a ingerir una cantidad de comida que el visitante aceptaba por darle gusto a su anfitrión. Después que se marchaba llamaba a los mensuales y les comentaba: “huyuyuiii, siii se fijaron cómo tragó, seguramente ese pobre hombre hacía días nooo comía, ojala queee no vuelva nunca por que me va a arruinar”.

En una oportunidad estaba, como de costumbre parado en la puerta del tranquero, viendo caer la tarde y contemplando el ganado que llegaba a comer sal, cuando vio en la distancia, a unas personas que se acercaban. Venían a pie y traían unas cargas sobre el lomo de unas bestias; reconoció en los viajeros a unos paisanos o guates, como se le dice en los Llanos a quienes vienen de tierra fría trayendo productos agrícolas de ese clima. Una vez que llegaron y lo saludaron procedieron a pedirle posada, no sin antes ofrecerle todo cuanto habían traído. Don Felipe, que ya tenía dispuesto hacerle una de las suyas a los pobres guates, les dijo: “ustedes no saben quiéeen soy yo, huyuyuii see los voy a decir, yo soy teniente deee la chusma y encargado de la vigilancia en eeeestas tierras, para evitar queee lleguen por aquí gentes malas y me parece que ustedes lo son”. Llamando a los muchachos les ordenó: “haagamen el favor yyy me amarran estos malditos guates a eese palo de mango, peero eso si bien amarrados, por que si se llegan a soltar, se las voy a cobrar bien caro”. Los muchachos que conocían las chanzas con las que le gustaba distraerse don Felipe, procedieron inmediatamente a cumplir con lo ordenado. Luego mandó a descargar las mulas y quitarles las enjalmas, al ver la mataduras que tenían los animales, les dijo: “huyuyuii ustedes son unas personas muyyy malas, cooómo es posible que trabajen a unos pobres animalitos eeen el estado eeen que se encuentran, eeeso sólo lo hace la gente pervertida”. Sacando su revolver disparó varias veces sobre las matadas mulas, causándoles la muerte y para acabar de aumentar el terror que había invadido a los pobres paisanos, agregó: “dentro de un rato les toca aaa ustedes por que, eeeso si, yo no perdono la gente mala y ustedes vienen eees de espías al Llano”.

Los pobres guates lloraban y juraban por Dios que ellos eran buenos, que no eran espías, que eran muy pobres y habían traído esas carguitas de mercado y una de cerveza, para venderla y ganarse algunos pesos, para poder mantenerse ellos y su familia.

Mandó don Felipe que metieran el mercado para la cocina y que le trajeran la cerveza, que él se iba a tomar algunas, a ver si estaban buenas, pues él creía que debían tener veneno, “pero eso sí, huyuyui a mí no me hace nada pero si me llega a doler eeel estómago, los voy a matar yyy los echo al río paaa que se los coman los caribes”. Ellos le decían que se tomara la cervecita que esa era muy buena, pero que no los fuera a matar, por que quién mantendría sus hijitos. Don Felipe se tomó junto con los muchachos la carga de cerveza, se emborrachó y se fue a acostar.

Los pobres paisanos pasaron la noche mas amarga de su vida, llevando puya de zancudo y esperando la hora de su muerte que seguramente sería cuando ese hombre tan malo se despertara. Al amanecer por orden de don Felipe, fue traída la bestiada, mandó amarrar las tres mejores mulas que tenían, les hizo poner las enjalmas, y mandó soltar los guates y les preguntó que en cuánto pensar vender el mercado y la cerveza. Ellos le dijeron que en tres mil pesos. El les respondió: “Ustedes son unos ladrones, eeeso es muy caro”. Los guates llenos de miedo le dijeron que para él no valía nada pero que no los fuera a matar, por que si lo hacía sus hijitos se morirían de hambre. El sacó cinco mil pesos y los entregó a los paisanos junto con la papeleta de las tres mulas, diciéndoles: “leees regalo las mulas yyy lárguense, siii vuelven otra vez por aquí, queee la cervecita sea muuuy buena, lo mismo que la papita yyy la cebolla”.

A los guates les parecía que no era cierto lo que les decía el buen don Felipe; creyeron que habían resucitado y se hicieron la promesa de jamás volver al llano, aunque se volvieran ricos en un solo viaje.

En alguna oportunidad, el autor de éstas líneas se encontró en Guanapalo junto con un hijo de don Felipe, de quien era y es muy buen amigo, nos dedicamos a revisar una pistola calibre 25, pequeña y muy bonita. El la quería adquirir, para obsequiársela a su señora; me negaba a salir de ella, pero él insistía en comprarla y me pidió que le enseñara su manejo. Le saqué el proveedor, la maniobré y disparé, con tan mala suerte que la maldita arma tenía un cartucho en la recamara, que hirió a mi amigo. Este por el impacto del proyectil, al pasar su mano cerca de su ingle y verla manchada de sangre, sufrió un choque nervioso y cayó a tierra.

Sobra describir la angustia que me embargó al ver a mi compañero tirado en el suelo y sin conocimiento. Como es apenas obvio, pensé que lo había matado. Al oír el disparo quienes estaban en la casa salieron presurosos a la caballeriza, donde se había producido el hecho, sin ningún testigo fuera de los que habíamos sido protagonistas. Las señoras de la casa me recriminaron por haberle dado muerte a mi mejor amigo. Les expliqué que había sido sin ninguna culpa, pero todo sobraba. Nadie me creía y a cada momento que pasaba los improperios eran más ásperos. Me di cuenta de que mi amigo respiraba normalmente y, sin pensarlo dos veces, amarré un macho castaño gocho que estaba en el corral. El maldito animal era mañoso por las orejas y aperarlo con la desesperación que tenía, fue un trabajo arduo. Luego de ensillarlo, cogí un caballo aperado que estaba amarrado a un horcón, monté en él, llevé el macho de cabestro y salí como alma que lleva el diablo, con destino a San Luís de Palenque, en busca del médico. Por el camino pensaba en mi mala suerte, ya me creía en la cárcel pagando una muerte en la que no había tenido culpabilidad. Mi única esperanza era que mi amigo viviera para que me eximiera de toda culpa.

Llegué al pueblo como a eso de las siete de la noche, pasé de largo y, me dirigí a la casa de un amigo, quien vivía en la afueras, le rogué que fuera a llamar al médico, aduciendo que su señora estaba enferma. No me atreví a entrar, pues me parecía que la policía ya conocía los hechos y si me veían me tomarían preso. Una vez que llegó el doctor procedí a contarle lo sucedido y le supliqué que fuera. Se negó a viajar de noche; no valían para nada mis ruegos. Desesperado, saqué mi revolver y le dije: seguramente mi amigo estará muerto y para mi desgracia soy el homicida; así, pues, para mí es lo mismo pagar uno que pagar dos. Decida doctor: “o se va conmigo ahora mismo o se muere”. No demoró en tomar la determinación que mas le convenía; aceptó gustoso y pidió volver por un momento al pueblo para traer los elementos y drogas necesarias para hacer una curación de urgencia.

La malicia indígena me aconsejó que no le permitiera su proyectado regreso y le aconsejé enviar un papel con mi amigo, quien iría hasta la casa a traer lo que él ordenara.

Le asigné al médico el caballo con el que yo había llegado y procedí a montar en el maldito macho, por desgracia poseedor de todas las mañas que puede adquirir un animal machiro: tiraba pata cuando uno iba a meter el pie en el estribo, corcoveaba y de que manera y frecuencia lo hacía; se espantaba, se tiraba de lomo; en fin, era un maldito animal de carga al que nunca habían montado.

Cuando llegamos al Hato la Bendición, quien nos abrió el tranquero fue el herido. Estaba perfectamente bien, solo había sufrido un leve rasguño y éste había sido las causa del desmayo. Ya les había explicado a todos mi inocencia y ellos precedieron a pedirme disculpas por no haberme creído.

Viajé a Paz de Ariporo. Pasaron varios años y una vez hubo un desafío de gallos entre ese pueblo y Hato Corozal. Don Felipe vino con ellos. Estando en la gallera me vio y sin mediar palabra alguna me dijo: “huyuyuii aaaqui está el hombre queee me quería matar aaa mi muchacho, queee se eeentienda conmigo, queee yo si le voy aaa enseñar cooomo es que pelean looos hombres”. Me miraba y se llevaba la mano a su faja, ancha de cuero en la que tenía su revolver. Cada vez se me acercaba más, acordándome a cada momento a mi señora madre, y repetía el mismo estribillo. Yo que conocía su manera de proceder, me retiré sin tener en cuenta sus insultos.

Volví más tarde y me sacó corriendo de nuevo con las mismas palabras y por la misma razón. Al otro día y tras de haberle corrido varias veces, pues no quería tener ningún enfrentamiento con tan singular y respetado personaje. Estaba peleando un gallo de mi propiedad al que llamaba Careador, cuando se me vino encima don Felipe: “Huyuyui aaahora si vamos arreglar de una vez. Diiígame, por que me quería matar mi muchacho”. De nuevo llevó su mano a la chapuza donde portaba su arma. Cansado de tantos insultos salté dentro de la gallera, le eché mano a mi revolver y le dije: “Mire don Felipe, yo no tuve la culpa en lo de su hijo y jamás sería capaz de matar a un amigo, pero a Usted sí lo voy a mandar al diablo, para que no me joda más y, dicho lo anterior, me le fui encima con el revolver montado. Entonces grito don Felipe: “Huyuyuii, cóoomo se vé que eeesté muchacho nooo sabe de chanzas”.

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LEYENDA DEL FOLKLORE VENEZOLANO - "PANCHA DUARTE" 
El ánima del Taguapire

En los llanos de Colombia no es muy conocida la historia de Pancha Duarte , por lo que muchos me han preguntado quien es Pancha Duarte en Venezuela y el por que hay tantas composiciones dedicadas a ella. Es por eso que nos permitimos dar a conocer esta interesante leyenda que hace parte del folklor Venezolano.
HISTORIA DEL ANIMA DEL TAGUAPIRE.
(Tomado de http://www.musicavenezuela.blogspot.com/)
A pocos kilómetros de Santa María de Ipire, Estado Guárico se encuentra el Hato Barrialito el cual perteneció al Señor Natalio González Hurtado. En ese hato llegó a desempeñarse como trabajadora María Francisca Duarte a quien popularmente la conocen como Pancha Duarte (El Anima del Taguapire); fue una mujer bondadosa, responsable, decente y de un carácter recio que no aceptaba el tuteo como fórmula de tratamiento. Cuentan los ancianos de la localidad y zonas adyacentes, que además de ser bondadosa era una excelente partera (comadrona, como las llamaban antes). Se dice que murió de paludismo, desconociéndose el día y año exacto de su muerte y que cuando la llevaban a enterrar el caudal del río les impidió atravesarlo, por lo cual tuvieron que colocar el chinchorro donde la llevaban debajo de un árbol de "taguapire". Al día siguiente cuando ya el río les permitía proseguir el camino no pudieron movilizar el cadáver porque éste estaba tan pesado que decidieron enterrarla al pié del árbol. De ahí que al ánima se le conoce como Anima del Taguapire. Este lugar se convirtió en parada obligada para los viajeros que transitaban por el lugar debido a que se convirtió en un ánima muy milagrosa.


Se cuenta que el primer milagro se lo hizo a un llanero que iba de vaquería y el ganado se le extravió. Cansado de cabalgar el llanero decidió descansar al pié del árbol de "taguapire" donde yacía el cadáver de Pancha Duarte y le ofreció que si el lograba recoger el ganado le haría un "cercao de palma" para que nadie la pisara. El milagro se le cumplió pero el llanero no regresó a cumplir la promesa hasta que una noche al pasar por el taguapire oyó una voz que le preguntaba por el "cercao de palma" que le había ofrecido. Asustado el llanero mandó a construirle un túmulo de ladrillos el cual vino a constituir el inicio de lo que es hoy día la Capilla del Anima del Taguapire, un templo de devoción religiosa ubicado a pocos kilómetros de Santa María de Ipire, donde cada visitante de la región hace su parada en éste lugar para pedirle al ánima milagrosa que le ayude a resolver sus angustias. Es tanta la romería a este lugar y la fe que el pueblo del Guarico y Venezuela profesan por esta milagrosa ánima que hoy es conocida nacional como mundialmente.
ORACIÓN A FRANCISCA DUARTE
ÁNIMA DE TAGUAPIRE!!!LABORIOSA ÁNIMA DE TAGUAPIRE, EJEMPLO DE VIRTUDES ENTRE LAS MUJERES, ENCARNADA QUE DEDICASTES TU VIDA A SOCORRER LAS NECESIDADES DE TUS SEMEJANTES CON TU PIMPINA DE AGUA FRESCA, CON PROVISIONES DE ALIMENTOS PARA REPONER LAS AGOTADAS FUERZAS DE LOS CAMINANTES; TU QUE DEDICASTES TU VIDA A DISTRIBUIR Y PRODIGAR AMOR SIN RECIBIR NADA A CAMBIO. ASÍ FUE COMO NO AQUEL MIÉRCOLES DE CENIZA, AL EMPEZAR LA NOCHE, SE TE APARECIÓ UN CABALLERO AL CUAL TU LE OFRECISTES UNA BEBIDA RECONFORTANTE QUE NO ACEPTÓ; PERO EN CAMBIO TE PIDIÓ PERMISO PARA PASAR LA NOCHE EN EL TAGUAPIRE PORQUE TENIA EL RETO DE CANTAR CON FLORENTINO, A LO QUE TU LE COLMASTES DE ATENCIONES PUES ERA UNA DIVINIDAD CELESTE QUIEN EN RECOMPENZA TE OBSEQUIÓ UN PACHANO DE ORO Y TE DIÓ PODERES COMO PROTECTORA DE LOS CAMINANTES, DE LA MUJER CAÍDA, DE LAS SOLTERAS. BASADO EN ESOS PODERES QUE TE OTORGÓ ESA DIVINIDAD CELESTE TE PIDO ME CONCEDAS ESTE FAVOR QUE AHORA TE PIDO... (PEDIR EL FAVOR). AMÉN!
Dedicatorias musicales que le han hecho al Anima del Taguapire.
El cantante mas popular de la música Venezolana Reinaldo Armas le dedicó una canción que se tituló “Si vas p’a Santa María”. Así mismo muchos cantantes Venezolanos le han compuesto su respectivo homenaje. A continuación publicamos 12 temas dedicados a Pancha Duarte. Disfrútenlos. Descargar aqui

Material resubido
Casanare…puro llano.
UN CANTO A PANCHA DUARTE

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LEYENDA DEL FOLKLORE CASANAREÑO
“EL DUENDE”

Leyenda del Folklor Casanareño, tomada de la obra "MARROQUIN, EL MORRO GENESIS DE LA CIUDAD DE YOPAL", del fallecido escritor Casanareño, Don Getulio Vargas Barón. En honor a este personaje "EL DUENDE", se celebra todos los años por la epoca de la navidad en el marco de las ferias y fiestas del municipio de Nunchia, "EL FESTIVAL DEL DUENDE", con la participaciòn de los mejores exponentes del folklor llanero Colombo-Venezolano.


Casanare...puro llano


En una vereda del extinguido municipio de Marroquín hace mucho vivía un matrimonio. Tenían dos hijos que no habían llegado a la mayoría de edad, y una niña de doce años. Eran pobres. Un día marcho el labriego en compañía de sus hijos a despalar el conuco para luego proceder a quemarlo, pues estaban muy cercanas las primeras lluvias.
En la casa quedó como siempre la señora en compañía de su hijita. Una vez llegaron al lugar de trabajo, padre e hijos se dedicaron con afán a cumplir su propósito. El sol caía inclemente a sus espaldas. Al medio día llego la buena mujer con el almuerzo; lo llevó en unas pequeñas y viejas ollas. Luego de llamarlos con fuetes y prolongados gritos, depositó las viandas cerca de una enorme piedra que cubría con su ramaje un enorme árbol de cañafistol. Llegaron y consumieron con avidez los alimentos. Luego de tomar sendas totumadas de guarapo, reposaron un rato.

El menor de los jóvenes, mientras sus padres y hermano descansaban, se dedicó a inspeccionar el lugar. Dio vueltas a la enorme piedra y descubrió debajo de ella un pequeño túnel; miró al fondo, los rayos del sol penetraban a través del orificio y sus destellos eran reflejados por algún objeto desconocido. El pequeño agrandó con sus mano la entrada y penetró por ella. Allí encontró una portentosa cantidad de monedas de oro, tomó algunas y procedió, alborozado, a llamar a los suyos. Quiso salir para mostrar su hallazgo, pero al tratar de hacerlo, sobrevino un terrible movimiento de tierra que aprisionó sus extremidades inferiores.

Al oír los gritos desesperados del pequeño, acudieron presurosos sus padres. La tierra continuó temblando, el cielo se llenó de espesos nubarrones, y truenos y rayos estremecían la estancia. Con premura rescataron al pequeño y se retiraron del lugar llenos de espanto; un fuerte huracán amenazaba con descuajar los árboles. Un rayo impactó en el frondoso cañafistol y lo abrió por la mitad.

Luego de que se hubieron alejado del fatídico lugar, cesó la tormenta. El cielo recobró su intenso azul y reinó la calma por completo. El joven entregó a sus padres tres monedas de oro. Sus hermanos no cesaban de contemplarlas y las lanzaban al aire para escuchar su diáfano tañido sobre los pedregones.

Los padres hacían planes sobre la fortuna que podría representarle la venta del preciado metal. Viajaron, entonces al poblado mas cercano. Dos de ellas fueron compradas por un joyero y la tercera por un acaudalado ganadero que tenía fama en la región de ser el más grande prestamista a interés. Joyero y ganadero soñaron esa primera noche con un extraño personaje. Era extremadamente pequeño y fornido. Su cabeza, orejas y dentadura tenían dimensiones colosales. En el sueño los conminaba a devolver las monedas pues de lo contrario serían perseguidos y sujetos a los mas horrendos castigos. Desde ese día no les fue posible conciliar el sueño: los objetos circundantes rodaban por el suelo mientras recibían en la cara frecuentes manotadas de tierra. La tranquilidad se había perdido!

Los campesinos del camino real tuvieron sueños similares. El fantástico personaje los amenazaba con llevarse a su pequeña hija si no eran restituidas las monedas. Angustiados, viajaron al poblado para solicitar la devolución aunque ya habían gastado el dinero obtenido por la venta y su gestión no obtuvo ningún resultado positivo. Vueltos a casa, descubrieron con angustia que la niña había desaparecido de manera misteriosa. La buscaron infructuosamente. Pidieron ayuda a sus vecinos que gustosos trataron por todos los medios de hallar a la pequeña desaparecida.

Tras buscar sin descanso durante varios días, los adoloridos padres perdieron la esperanza. Y un día, al filo de la media noche, sintieron que un fuerte vendaval azotaba su humilde vivienda. La rustica puerta fue derribada por el viento y, entre volutas de humo, se presentó de cuerpo el duende. Con voz que parecía salir de ultratumba, el repugnante personaje expresó que la niña solo seria encontrada cuando fueran restituidas las monedas.

Al abrir su negocio, advirtió el joyero con desazón que en todo el recinto campeaba un desorden total: las mesas y objetos de comercio estaban por el suelo, los papeles y cajas lucían abiertas en una y otra parte. No encontró lugar visible por donde hubiera podido penetrar el causante de tan horrible daño: puertas, ventanas, paredes y techo estaban en perfectas condiciones. Procedió a efectuar un inventario. Tan solo faltaban las monedas de oro: no se preocupó por ello pues ya estaba dispuesto a devolverlas. Desde ese día recobró por entero la tranquilidad y se sintió satisfecho.

Vencido por el sueño que le ocasionaban las noches de insomnio, el prestamista revolvió llevarle al campesino la moneda adquirida y luego, al igual que el joyero, recobró el sosiego.

Al recuperar la morrocota, los campesinos, llenos de terror, marcharon a la enorme piedra ubicada bajo el descuajado cañafistol para dejar junto a ella la moneda. El firmamento, hasta entonces apacible, se cubrió de espesos nubarrones: horrísonos truenos llenaron el espacio y el viento azotaba con furia la vegetación. De pronto, un rayo cayó junto a ellos, aterrorizados cerraron los ojos y creyeron morir; al abrirlos estaba junto a ellos el fantasmagórico personaje que de un manotón, arrebató la moneda y se perdió con la brisa huracanada. Al desaparecer el duende, reinó por completo la tranquilad y el cielo recobró su esplendoroso azul.

La niña había sido llevada por su captor a una selva lejana y en la horqueta de un enorme cedro, de la especie que llaman zaqui-zaque, le construyó una troja de palos, amarrada con bejucos, y allí depositó la niña. El duende permanecía vigilante junto a su victima y le llevaba en las tardes agua y escogidas frutas.

Cuando el ente se retiraba a la selva para traer el alimento, la cautiva, valiéndose de una espina que le son comunes a los árboles de zaqui-zaque, escribía centenares de mensajes pidiendo auxilio sobre la superficie de las verdes hojas…luego las arrojaba a una quebrada que pasaba junto al árbol beneficioso.

Ciertas lavanderas dedicadas a su oficio en el punto en que la quebrada entrega sus aguas al rumoroso Cravo Sur, vieron bajar por la corriente el rimero de hojas con el infantil pedido; las recogieron y entendieron el mensaje que, de inmediato, transmitieron a los adoloridos padres. La búsqueda de la extraviadita no se hizo esperar. Incursionaron la quebrada aguas arriba y tras varios días de pesquisas, oyeron gritos que prevenían de la copa de un árbol. Con el mayor cuidado, la niña fue bajada y conducida de nuevo a su hogar. Recuperada la alegría, los padres se abstuvieron, por temor a nuevas peripecias, de recorrer el camino que lleva al derruido cañafistol y revelar el sitio que alberga el fabuloso tesoro.

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LA BOLEFUEGO

Tomado De la Tradición y El Mito a la Literatura Llanera - Temis Perea Pedroza

Cuentan los viejos llaneros que hace cientos de años existía en los llanos orientales una mujer muy hermosa con un cuerpo de palma real y una larga, negra y fina cabellera que pendía hasta sus caderas, un cutis piel canela y unos lindísimos ojos grandes azules.

Esta codiciada mujer silvestre se casó con un hombre recio y faculto, conocedor de la sabana, que respondía al nombre de Esteban.

La existencia matrimonial fue relativamente corta. De esta unión alcanzaron a nacer dos hijos hombres, el primero llevó el nombre de Sigifredo y el segundo heredó el de su padre, Esteban.

Don Esteban, el amo de la casa, era un hombre parrandero, tomatrago y jembrero; músico y extraordinario coplero. Un buen día, don Esteban se alistó para ir a un San Pascual Bailón, nombre que se le da en el llano a las fiestas sabaneras, pero por razones que solo él sabía, no quiso llevar a su esposa Candelaria, situación que despertó violento disgusto en la linda mujer criolla y, tanto sería su ira, que la fatal decisión de que si Esteban no la llevaba, pues él tampoco iría ni a éste ni a ningún San Pascual Bailón.

Sin pensarlo dos veces Candelaria tomó un hacha de rajar leña y en presencia de sus dos hijos mató a su esposo, obligándo a sus dos retoños a ayudar para enterrarlo en la sabana.
Doña Candelaria al quedar viuda fue objeto de un ramillete de galanes llaneros que querían reemplazar al difunto, pero ninguno fue aceptado por la bella orquídea.

La viuda Candelaria se dedicó como madre a levantar a sus dos hijos, sin permitir que nadie mancillara su condición de mujer viuda.

De esta forma transcurrió su vida hasta que Sigifrido, su hijo mayor, alcanzó la edad de catorce años y se convirtió en un elegante joven de ojos azules al igual que ella; lo convirtió en su inseparable compañero y comenzó a dormir en la misma cama, hasta convertirlo en su amante.

No permitía la viuda madre que ninguna otra mujer del vecindario pusiera los ojos sobre su hijo y segundo marido, pues le asaltaba el temor que su felicidad fuera invadida por alguna chica casadera del lugar.


Así fue pasando el tiempo hasta que Esteban, segundo de sus hijos alcanzó los catorce años, era indudablemente dueño de una mejor estampa que la de su hermano mayor, jóven de grandes facultades y de finos modales, todo lo anterior despertó el interés de su ya depravada madre hasta llega a intentar realizar lo mismo que con su hermano, es decir, convertirlo en su amante.

Esteban que era un muchacho de sana moral, rechazó totalmente las pretensiones de su medre, pués él a pesar de su ignorancia, sabía y entendía muy bien ella era su madre y como tal no podía ser su amante.

El rechazó de Esteban causó tanta decepción en la mujer, pensó, al igual que lo hubiera hecho con su marido, que si no era para ella no sería para ninguna otra mujer.

Con el pasar del tiempo la viuda Candelaria murió y al subir a rendirle cuentas al señor Supremo. Este la castigó condenándola a errar por las sabanas convertida en bola de fuego, que pierde a los caminantes.

Otra versión dice que es el espíritu de una mujer que decapitara a su único hijo que iba a ser obispo, por lo cual fue condenada a errar por los caminos, convertida en la bola de fuego, que pierde a los caminantes.

La bola de fuego se acerca a al caminante solitario, el cual debe maldecirla ya que cualquier rezo la atrae. Otra forma de evitar la persecución es llevando el cabo de soga arrastrando, como también desmontarse del caballo y tenderse boca abajo hasta que se aleje.

En cuanto a la frecuencia de su aparición se dice que la bolefuego es constante en la semana del concilio (semana antes de semana santa y que se denomina en el llano como la de buscar comida).

También aparece con frecuencia en los meses de verano, por lo que se ha considerado que es un producto de la ilusión óptica, producida tal vez por el reflejo del sol en las secas sabanas de Arauca.
Tomado de www.enmillano.com.

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LA SAYONA 


Varias son las narraciones fantásticas que sobre el espíritu de la llorona cuentan los ancianos pobladores de la sabanas araucanas.

La llorona convertida en el espíritu vagabundo de una mujer que lleva un niño en el cuadril, hace alusión a su nombre porque vaga llorando por los caminos.
Dice la tradición que la llorona reclama de las personas ayuda para cargar al niño; al recibirlo se libra del castigo convirtiéndose en la llorona la persona que lo ha recibido. Otras eversiones dicen que es el espíritu de una mujer que mató por celos a la mamá y prendió fuego a la casa con su progenitora dentro, recibiendo de ésta, en el momento de agonizar la maldición que la condenara: "Andarás sin Dios y sin santa María, persiguiendo a los hombres por los caminos del llano".

Se dice que nunca se le ve la cara y llora de vergüenza y arrepentimiento por lo que hizo a su familia.

El espíritu de la llorona, transformado en leyenda, ha acompañado al hombre llanero desde épocas remotas y de su existencia son testigos muchos viejos don Juanes.

Otros menos creyentes consideran que es una creencia contraria a la razón, creada por los adultos con el objetivo de amedrentar o atemorizar a los vaqueros que cruzaban caminos en busca de algún romance nocturno por las sabanas.

Un pedazo de tabaco de rollo en el bolsillo evita la aparición de la llorona.
Tomado de www.enmillano.com.
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EL SILBON



Tomado De la Tradición y El Mito a la literatura llanera - Temis Perea Pedroza

Espiritu vagabundo por matar a sus padres.

Después de asesinar a su padre, el hombre fue castigado con un mandador de pescuezo (tipico del llano), al tratar de huir fue mordido por un perro tureko, para concluir el castigo su abuelo rego sobre sus heridas gran cantidad de aji picante. El recuerdo y mención de lo sucedido libra a las personas de ser atacadas por este espiritu errante conocido como el silbón.

El Silbón se presenta a los borrachos en forma sombrío. Otros llaneros le dan forma de hombre alto,flaco. usa sombrero y ataca a los hombres parranderos y borrachos, a los cuales chupa el ombligo para tomarles el aguardiente.

La tradición explica que al llegar el silbón a una casa en las horas nocturnas, descarga el saco y cuenta un a uno los huesos; si no hay quien pueda escucharlo, un miembro de la familia muere al amanecer. Otra versión dice que fue un hijo que mato a su padre para comerle sus "asaduras". El muchacho fue criado toñeco (mimado), no respetaba a nadie. Un día le dijo a su padre que queria comer visceras de venado. Su padre se fue de caceria para complacerlo pero tardaba en regresar. En vista de esto el muchacho se fue a buscarlo y al ver que no traia nada, no habia podido cazar el venado, lo mato, le saco las visceras y se las llevo a su madre para que las cocinara. Como no se hablandaban, la madre sospechó que eran las "asaduras" de su marido. preguntándole al muchacho, quien confesó la verdad.

De inmediato lo maldijo "pa to la vida". Su hermano Juan lo persiguio con un "mandador", le sonó una tapara de ají y le azuzó el perro "tureco" que hasta el fin del mundo lo persigue y le muerde los talones.

Tomado de www.enmillano.com.

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JUAN MACHETE

Tomado De la Tradición y El Mito a la Literatura Llanera - Temis Perea Pedroza.

Considerable como una de las leyendas más conocidas del llano. Cuenta la vida del hombre que quería ser el más poderoso de la región, su nombre era Juan Francisco Ortiz, amo y señor de las tierras de la Macarena.

Este
señor hizo un pacto con el diablo en el cual le entregaba su mujer e hijos, a cambio de mucho dinero, ganado y tierras.

El diablo le dijo a Juan que agarrara un sapo y una gallina, a los cuales debería coserle los ojos y enterrarlos vivos un Viernes Santo a las doce de la noche, en un lugar apartado, luego debería invocarlo de alma y corazón. Juan cumplió con lo encomendado. Pasando varios días, el hombre se dió cuenta que los negocios prosperaban.

Una madrugada se levantó temprano, y al ensillar su caballo divisó un imponente toro negro, con los cuatro cascos y los dos cachos blancos. Pasó este hecho desapercibido y se fué a trabajar como de costumbre .

En la tarde regresó de la faena y observó que el toro todavía se encontraba merodeando la casa. Pensó "será de algún vecina". Al otro día lo despertó el alboroto causado por los animales, se imaginó que la causa podía ser el toro negro. Trató de sacarlo de su territorio, pero esto no fue posible porque ningún rejo aguanto.

 preocupado con el extraño incidente se acostó, pero a las doce de la noche fue despertado por un imponente bramido.


Al llegar al potrero se dió cuenta que miles de reces pastaban de un lado a otro. Su riqueza aumentó cada vez más. Dice la leyenda durante muchos años fue el hombre más rico de la región.

Hasta que un día misteriosamente empezó a desaparecer el ganado y a disminuir su fortuna hasta quedar en la miseria. Se dice que Juan Machete después de cumplir su pacto con el diablo, arrepentido enterró la pata que le quedaba y desapareció en las entrañas de la selva.

Cuenta la leyenda que en las tierras de la marraneras deambula un hombre vomitando fuego e impidiendo que se desentierre el dinero de Juan Machete.


 Tomado de www.enmillano.com.